Historia de los Bombones



Aunque hay muchas historias sobre el origen de los primeros bombones, la más extendida señala que datan del siglo XVIII, cuando el pastelero de Luis XIV le presentó unas frutillas bañadas en chocolate, a lo que el Rey Sol respondió “bon bon”, en señal de aprobación. De allí surgió el término bombón (doblemente bueno), para referirse a cualquier tipo de chocolate relleno, pero no fue sino hasta principios del siglo XX cuando se popularizaron, con la aparición del producto en el mercado estadounidense, a través de los famosos kisses de Hershey’s, golosina en forma de gota -recubierta en papel plateado- que aún se comercializa en todo el globo.

Luego de la creación de esos primeros bombones y de la invención de las trufas de chocolate, de manos del Duque de Plessis-Praslin, artesanos belgas, suizos, italianos y franceses perfeccionaron la elaboración de este dulce a través de técnicas manuales.
Así surgieron negocios familiares, en los cuales se guardaba celosamente el secreto para la fabricación de las coberturas y de los exquisitos rellenos. Pese a que la industrialización inundó este campo, buscando disminuir los costos y llevar estos productos a un público masivo, aún persisten propuestas artesanales en muchos países, en los que la calidad y la creatividad marcan la diferencia, haciendo que realmente valga la pena pagar un poco más para poder disfrutar de estos exquisitos dulces.
Desde que la conocida marca británica de chocolates Cadbury lanzó al mercado la primera caja de bombones, en 1868, este delicioso manjar se convirtió en uno de los consentidos de todos los paladares y en el obsequio por excelencia. Y es que un bombón puede revelar un sentimiento, pero también puede ser utilizado para decir “lo siento”, si no que lo diga el ratón Mickey, que nunca olvidaba llevar una caja de bombones -en forma de corazón- cuando pretendía que Minnie lo perdonara por alguna de sus imprudencias.
“La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar“, es la frase más emblemática de la película Forrest Gump, que resulta bastante cierta porque una de las cosas que más gusta de estos dulces es el factor sorpresa. Aunque la apariencia externa es importante, la creatividad a la hora de elaborar el relleno resulta fundamental. Frutos secos, semillas, licores, cítricos y especias son algunos de los ingredientes más comunes empleados para dar vida a un bombón, golosina deliciosa, pero excesivamente energética, que puede llegar a contener entre 550 y 600 calorías por cada cien gramos, sin mencionar la cantidad de grasa y de hidratos de carbono.
Pero como el único límite a la hora de crear estos manjares es la imaginación, existen fabricantes que emplean los más inverosímiles ingredientes, desde chile picante o jalapeños, hasta hormigas y saltamontes. Todo es válido para tratar de distinguirse en este competitivo mercado, en el que coexisten marcas globales, como Nestlé, Cadbury y Lindt, además de fabricantes artesanales, como Del Rey o Burie de Bélgica, Richart de Francia y el popular Jacques Torres de Estados Unidos.
Técnicamente hablando, los bombones están preparados a base de chocolate (mínimo, el 25%) en diversas formas y con diferentes rellenos. Son productos muy energéticos, ya que tienen unas 550 calorías por cada cien gramos por lo que se sitúan al nivel de los frutos secos. Su contenido graso es también importante, entre un 28% y un 40%, la mitad de la cual es grasa saturada. La grasa láctea se halla presente en un porcentaje pequeño (entre el 0,7% y el 5% en las muestras), siendo ésta la única fuente de colesterol. Estos valores concuerdan con los contenidos en grasa láctea, único ingrediente que aporta colesterol en los bombones, por ser su única grasa de origen animal. De cualquier modo son cantidades moderadas de colesterol.

La mitad de la grasa de los bombones es saturada, a pesar del bajo contenido de grasa láctea; se debe a que la grasa del cacao, como otros vegetales ( coco, palma) es rica en ácidos grasos saturados, menos convenientes para la salud que los insaturados. No es, por lo tanto, una composición muy saludable (el jamón tiene una mejor relación insaturados/saturados).
El contenido en hidratos de carbono es de entre el 36% y el 47%, siendo la mayor parte de ellos azúcar común o sacarosa. No es despreciable, por otra parte, el contenido en proteína, entre el 5% y el 7,5%. Dada la variedad de ingredientes, al ser bombones rellenos, estas variaciones son lógicas y no se puede deducir del contenido en proteínas una mayor o menor calidad del producto. Los bombones son, además, fuente de algunas vitaminas y minerales. Destacan el calcio (120 mg/100 gr), en cantidad similar a la leche, el potasio y el magnesio. En vitaminas destaca la B2 y, en menor proporción, la B1, niacina y ácido fólico.
El chocolate contiene también teobromina, compuesto natural con propiedades estimulantes similares a la cafeína. Recientes estudios señalan que el chocolate tiene compuestos fenólicos (similares a los del vino tinto) que “in vitro” han demostrado propiedades antioxidantes de las grasas, previniendo la formación de plaquetas. Pero faltan datos epidemiológicos (como los existentes para el vino tinto) que confirmen este efecto observado en laboratorio.

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